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Presentación

El poeta Jorge Teillier sostiene que “El poeta es el guardián del mito y de la imagen hasta que lleguen tiempos mejores (…)”

Por las aulas y los jardines del Pedagógico, donde precisamente estudió historia Teillier, circularon personas que dejaron una imagen difícil de borrar, pese a los intentos desesperados de la dictadura por hacerlo y a la labor de zapa de la democracia negociada durante los noventa. Fernando Ortiz, el todavìa desconocido filósofo polaco Bogumil Jasinowski Armando Cassigoli, Lumi Videla.

En los setenta, controlado por rectores delegados, nombrados por Pinochet, con una reja que lo separó definitivamente del barrio, hasta que en 1981 luego de la promulgación de la Ley General de Universidades, y tras ser separado de la Universidad de Chile, se arrancó de su hermosa fachada de ladrillos, la hiedra que la trepaba hasta el techo.

Despojada de su apariencia de colegio inglés, fue pintada de blanco como si fuera un manicomio o un regimiento.  

Por ahí, en medio de ese páramo que alguna vez fue el peda, pasearon Armando Rubio, “Ariel de las calles santiaguinas” como lo llamó Jorge Teillier; Rodrigo Lira, poeta, ilustrador, autor de cuentos infantiles en la revista Cabrochico y ganador del premio de poesía de la revista La Bicicleta en 1981.

Dos víctimas ilustres de la represión y la pena de aquellos años. Protagonistas frecuentes de los festivales y peñas de la ACU, agrupación cultural que animó esos tristes días y que reunió a estudiantes de oposición cuando estaba prohibido reunirse.

También Eduardo Vergara, estudiante de historia asesinado junto a su hermano Rafael en Villa Francia, Jecar Neghme, también de historia, última víctima de la CNI en las postrimerías de la dictadura, todos militantes del MIR.

Norberto Tapia Radich, pintor y maestro del departamento de arte, donde estaba antiguamente periodismo, exonerado político y reincorporado en los noventa bajo la dirección del departamento de Rose Marie Weinmann, hoy retirada en su casa de Quillota.

Todos ellos, aunque ausentes de estas imágenes, habitan y lo seguirán haciendo, los jardines del Pedagógico, para que los que hoy en día lo hacen, sigan guardando la imagen del mito; el espacio y el tiempo en que pese a la dictadura y contra sus mandatos, hubo felicidad, la esperanza en un tiempo mejor para enseñar a los niños y jóvenes del futuro.

Para que dibujen y pinten su barrio, su escuela. Para que le escriban a los semáforos y a los transeúntes, a las cosas simples y dejen un retrato de lo cotidiano que lo trascienda usando como material, precisamente, lo cotidiano.  

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